Arrepentimiento
P. G. Mathew | Saturday, April 08, 1995Copyright © 1995, P. G. Mathew
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¿Qué es arrepentimiento? Permítanme leerles de la Confesión de Fe de Westminster, documento que nos llega del Siglo Diecisiete: “Por medio del arrepentimiento un pecador, quien tiene no solamente el peligro de su pecado fuera de vista y de su juicio, sino además la inmundicia y odiosidad de sus pecados, en contraposición a la santa naturaleza y justa ley de Dios; al comprender la misericordia que tiene en Cristo como penitente, tanto dolor le causan y tanto odia sus pecados, que los deja y se encamina a Dios, proponiéndose y esforzándose a caminar con él de acuerdo a sus mandamientos… además, el arrepentimiento es de tal necesidad para todos los pecadores que ninguno podrá esperar ser perdonado sin arrepentirse. Así como no existe pecado tan pequeño que no merezca condena, de igual manera no existe pecado suficientemente grave que pueda condenar a aquellos cuyo arrepentimiento es verdadero. El hombre no debe contentarse con un arrepentimiento general, sino que es el deber de cada uno el esforzarse en arrepentirse, en particular, por sus pecados particulares.” (Confesión de Fe de Westminster, capítulo XV, secciones II, III, IV).
Esta es una buena explicación bíblica de lo que es arrepentirse. En el Antiguo Testamento la palabra utilizada es shoov. En el Salmo 80, versículos 3, 7 y 19, encontramos esta oración dirigida a Dios: Háznos regresar, háznos regresar Señor, para que seamos salvos, o restáuranos, para que seamos salvos. De esta manera, la palabra shoov en griego significa dar la vuelta, regresarse, abandonar el pecado y encaminarse a Dios. Entonces, la esencia del arrepentimiento es el abandono del pecado. En el Nuevo Testamento encontramos la palabra metanoia. Este término se refiere a un cambio radical y revolucionario en nuestro pensamiento, resultando en un cambio en nuestra comprensión de la realidad, un cambio en los valores, un cambio en las metas, un cambio en los propósitos y en las relaciones. En otras palabras, el arrepentimiento es una idea revolucionaria.
Entonces, el arrepentimiento es un prerrequisito necesario para la salvación.
Nadie puede ser salvo sin arrepentirse verdaderamente. Al observar a Juan el Bautista, precursor de Jesucristo, y de cómo predicaba, tal como leemos en Mateo 3:2, “En aquellos días vino Juan el bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo:
‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.'” Desde que Jesucristo comenzó su ministerio, como leemos en Mateo 4:17, “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.'” Y los apóstoles también predicaron que el arrepentimiento es una condición necesaria para la salvación. Esto lo observamos particularmente en las prédicas apostólicas del libro de Hechos. Por ejemplo, en Hechos 17:30 San Pablo predica, “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”. Y luego de su resurrección y glorificación, Jesucristo en persona se dirigió a las iglesias en los capítulos 2 y 3 del libro del Apocalipsis. En el capítulo 2, versículo 5, leemos, “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras”. ¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete! Sin arrepentimiento no puede haber salvación. No puede haber restauración alguna, ni relación con Dios.
El arrepentimiento es parte del evangelio. Jesús les dijo a sus discípulos después de su resurrección, en Lucas 24:46 y 47, que tenían que predicar arrepentimiento y perdón a todas las naciones. Entonces tenemos que preguntarnos: ¿Qué es arrepentimiento? Existe una concepción del arrepentimiento que no es verdadera. Es lo que se conoce como atrición, y es una forma falsa y superficial de arrepentirse. Es un arrepentimiento egocéntrico, o sea, que se centra en la persona misma, como sucede en el caso de la madre que ve a su niño meter la mano en la caja de galletas, y entonces de súbito el niño se arrepiente. La causa de este tipo de “arrepentimiento” es que el niño teme ser castigado. Así, la atrición es temor al castigo, o el temor de perder una bendición. Es una forma falsa de arrepentimiento. Es un arrepentimiento egocéntrico.
En la Biblia encontramos casos de este arrepentimiento falso. En el libro de Mateo, capítulo 27, leemos acerca de Judas, traidor de nuestro Señor Jesucristo. Mateo 27, comenzando con el versículo 3, dice: “Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente.” Pues bien, por supuesto, éste no es un arrepentimiento verdadero. Notamos además el arrepentimiento de Esaú. En el libro de Hebreos, capítulo 12, versículos 16 y 17, leemos acerca del arrepentimiento de Esaú de la siguiente manera: “no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su progenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.” Nos damos cuenta de que aquí Esaú no lamenta el haber ofendido a Dios. Su arrepentimiento está relacionado con la pérdida de una bendición.
Entonces, existe un tipo de arrepentimiento que es superficial y falso. Se conoce como atrición, y tiene origen en el temor al castigo o a la pérdida de bendiciones. Este tipo de arrepentimiento no llevará nunca a nadie a gozar del reino de Dios.
¿Qué es verdadero arrepentimiento? El arrepentimiento verdadero se llama contrición. Está caracterizado por una pena profunda y de acuerdo a Dios por haberlo ofendido. Leemos acerca de esta clase de arrepentimiento según Dios en la segunda epístola a los Corintios, capítulo 7, comenzando con el versículo 10. También observamos este tipo de arrepentimiento en la vida de Job, en Job 42:5 y 65, y en la vida de David a través del Salmo 51. Veamos qué dice el Salmo 51, específicamente. Aquí encontramos, por supuesto, a David arrepintiéndose con un arrepentimiento de acuerdo a Dios. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra tí, contra tí solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.” En otras palabras, el arrepentimiento verdadero se centra en Dios y enfoca a Dios. Se caracteriza por una pena profunda y de acuerdo a Dios, por haber ofendido a Dios y violado sus leyes.
También encontramos este tipo de arrepentimiento según Dios en la vida de Pedro, quien negó a Jesucristo tres veces. Jesucristo se volteó y lo miró, y leemos en Lucas 22:62: “Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” por haber negado tres veces a su Señor y Salvador Jesucristo. Este es un arrepentimiento verdadero. De manera que el arrepentimiento verdadero se caracteriza por una pena profunda y de acuerdo a Dios, por haber ofendido a un santo y majestuoso Dios y a sus leyes.
En segundo lugar, verdadero arrepentimiento y pena proveniente de Dios, se caracterizan por odio hacia el pecado específico que se ha cometido, y el abandono del mismo. Es rechazo total del pecado. Esto es lo que significa pena de acuerdo a Dios. Si no existe odio por ese pecado específico que se ha cometido, y no se abandona este pecado, no existe un arrepentimiento bíblico.
Terceramente, una persona que se arrepiente verdaderamente, confiesa su pecado totalmente y sin echarle la culpa a otros. Una referencia a ésto la encontramos en el Segundo libro de Samuel 12:13. Cuando el profeta Natán confrontó a David en relación a su pecado, él dijo, “Pequé contra Jehová.” Cualquier persona que le trata de echar la culpa a otros y que refuta responsabilidad de su pecado nos deja saber inmediatamente que su arrepentimiento no es verdadero.
En cuarto lugar, si existe arrepentimiento verdadero, se confesará el pecado públicamente de ordenarlo las Escrituras.
En quinto lugar, se restituirá lo que se deba siempre que sea posible. Si se trata de dinero robado, deberá asegurarse su reintegro. De ser posible, se efectuará siempre una restitución.
En sexto lugar, se realizará con fervor lo opuesto a ese pecado. Existirá gran fervor en actuar con rectitud. Existirá fervor en actuar virtuosamente y en hacer aquello completamente opuesto a l pecado del que se ha arrepentido. San Pablo nos dice en Efesios 4:28: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que tiene necesidad.” O al leer en hechos capítulo 26, donde San Pablo habla del arrepentimiento. En hechos 26:20, Pablo dice, “sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” en su obediencia recta hacia Dios.
Si una persona no se encuentra completamente ocupada con obras de obediencia a Dios, tendremos que concluir que el arrepentimiento de esta persona fue atrición. Fue superficial. Fue falso. Se centró en la persona. No tuvo nada que ver con la comprensión de Dios y su santidad y majestuosidad, en contra de las cuales pecó esta persona.
Ahora, les diré, casi siempre el evangelio moderno – la mayoría de las veces que el evangelio es predicado en tiempos modernos en las iglesias evangélicas – es un evangelio que carece de arrepentimiento. Jesús salva, pero Jesús no es Señor. No hay que arrepentirse de nada. No hay que abandonar nada. Se puede estar involucrado con el pecado y tener la seguridad al mismo tiempo de que Jesús es Salvador. Les digo, esta idea de salvación sin arrepentimiento es una gran decepción. Es un evangelio hecho atractivo para el hombre moderno, el cual es alérgico al arrepentimiento.
El arrepentimiento verdadero no es creado o hecho por el hombre. Es el fruto de la regeneración, no la causa de ésto. Es el resultado de la obra del Espíritu Santo en la vida individual de un pecador. Jesucristo habla del ministerio del Espíritu Santo de esta manera en Juan 16, a partir del versículo 7: “Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado…” En otras palabras, ningún pecador puede manufacturar arrepentimiento. Esta pena auténtica y de acuerdo a Dios es la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. De igual manera ocurre con el fruto de la regeneración.
No solamente ésto, sino que el arrepentimiento es un regalo de Dios. Ahora ustedes saben que en el libro de Hechos, capítulo 10, Dios causó que San Pedro predicara el evangelio a los gentiles y la iglesia de Jerusalén se enteró de ello. Finalmente, llegaron a esta conclusión, habiendo escuchado el informe del evangelio predicado en la casa de Cornelio. He aquí el comentario final: “Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18). En otras palabras, el arrepentimiento es un regalo divino. Y por esta razón, aun en el Antiguo Testamento en el Salmo 80, versículos 3, 7, y 19, esta oración se repite tres veces:
Háznos regresar, para que seamos restaurados. Ningún pecador humano puede regresar por sí mismo. Pero mucha gente predica que de esa manera debe hacerse para que luego Dios salve. Pues bien, ésto no tiene ningún sentido. No es bíblico.
Déjenme decirles, además, el arrepentimiento es para algo. Es arrepentimiento para la absolución de los pecados. Esto observamos en Hechos 2:38. En otras palabras, sin arrepentimiento no existe la absolución de los pecados. Y no solamente ésto, sino que el arrepentimiento es hacia la vida, la vida eterna. Sin arrepentimiento no existe el perdón de los pecados, y sin arrepentimiento ninguna persona puede experimentar la vida eterna, que es comunión con Dios.
¿Quiénes, entonces, han de arrepentirse? Los pecadores han de arrepentirse.
Cada persona que es orgullosa y arrogante, que ha sido bautizada en el jugo de la estima personal, no podrá nunca experimentar el perdón de sus pecados y la salvación. Jesús vino a buscar y a salvar pecadores. Y la Biblia declara que todos son pecadores. Si usted niega ésto, no podrá arrepentirse y ser salvo. Una persona recta ante sus propios ojos no podrá arrepentirse nunca y ser salva. Nunca llegará al cielo. Pero cada vez que una persona se arrepiente, lo cual es, por supuesto, resultado de la obra de Dios sobre el pecador, existe un gran regocijo en el cielo. Esto lo podemos leer en Lucas, capítulo 15.
Dios desea que usted se arrepienta y sea salvo. Dios y sus ángeles se regocijan por su salvación. Esta iglesia se regocija. Su esposa creyente se regocija. Sus hijos creyentes se regocijan. Hay un gran gozo y celebración cuando un pecador abandona su pecado y se encamina hacia Dios. Que Dios le conceda arrepentimiento hoy para el perdón de sus pecados, que usted llegue a experimentar la vida eterna, la cual es comunión con Dios. Amén.
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