La Santificación, Parte 1: Una Victoriosa Vida Cristiana

P. G. Mathew | Saturday, May 06, 1995
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Quiero hablarles sobre la vida cristiana victoriosa En la teología le llamamossantificacióna este proceso. Es una palabra larga pero hay que aprenderla. Cada cristiano debe familiarizarse con palabras bíblicas teológicas, y una de estas palabras es santificación. En el hebreo, la palabra es qadosh. Usted recordará lo que dice en Isaías 6: “Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso.” En el griego, la palabra es hagiazo.

Estas palabras indican apartar; es decir apartar un objeto o una persona o personas de cierto uso a otro uso exclusivo; de un uso ordinario a un uso exclusivamente sagrado y religioso. Por eso leemos en Éxodo 19 que el pueblo fue santificado. Todo el pueblo de Israel fue santificado; fue apartado como pueblo exclusivo de Dios para servirle y adorarle. Leemos en Éxodo 19:23 que el Monte Sinaí fue hecho, escogido y apartado, desde el cual Dios hablaría. En Deuteronomio 5:12 vemos además que el día de Reposo fue hecho santo; es decir, escogido por Dios con el propósito exclusivo para nuestro servicio y adoración a Él. En Éxodo 30:29 vemos que el tabernáculo y los instrumentos fueron hechos santos, apartados así para el uso exclusivo de Dios.

Entonces, ¿cuál es el significado original de la palabra en ambos el hebreo y el griego? El significado es apartar. Ahora, este “apartar” tiene dos aspectos. El primer aspecto es apartar de algo. En 2 Corintios 6, empezando con el versículo 1 hasta el capítulo 7, versículo 1 dice: “No os juntéis en yugo con los infieles,” etc. En otras palabras, debemos separarnos de los incrédulos. Debemos separarnos de la maldad. Debemos separarnos de Belial. Debemos separarnos de los ídolos. Lea la sección entera. Dice que no hay comunión entre Cristo y Belial, entre la luz y las tinieblas, entre el templo de Dios y los ídolos. Lea 2 Corintios 6:17: “Por lo cual, salid de en medio de ellos.” Aquí también se ve la separación, de todo lo que es maldad, tinieblas, obscuridad e idolatría- “salid de en medio de ellos.” He allí la separación.

Segundo, no solamente es una separación de, pero también una separación hacia algo. ¿Hacia qué? Hacia Dios, nuestro Padre Celestial. Leemos en 2 Corintios 6:16: “Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo.” Es separarnos de la maldad y apartarnos para con Dios, nuestro Padre Celestial. “Por lo cual, salid de en medio de ellos y apartaos,” dice el Señor. “Y no toquéis lo inmundo. Y yo os recibiré.” Por lo tanto es separación hacia Dios. “Y seré a vosotros Padre, Y vosotros me seréis a mí hijos e hijas,” dice el Señor Todopoderoso. Así que esa es la idea básica de la santificación, de una vida santa, de una victoriosa vida cristiana. No olvidemos estos dos aspectos. ¿Cuáles son? Separación de todo lo malo y separación hacia la exclusiva adoración y servicio a nuestro Dios, quien es nuestro Padre, Señor Todopoderoso.

Sabrá usted que he oído a gente decir así superficialmente, “Ah, bueno, quiere decir separación. Apártese entonces,” como si realmente no fuera necesario vivir una vida santa. Afirman la idea básica que es simplemente separación, y que Dios está separado de nosotros. Eso es correcto, pero es separación de algo y es separación hacia Dios, quien es Santo y Justo. Es separación de la maldad y conformidad a Dios.

La Biblia usa esta expresión “santificaos” de varias maneras. Primero, nos dice que nos santifiquemos, como se lee en 2 Corintios 6: 14-7:1. En Levítico 11:44 y 45 dice “Santificaos vosotros.” La responsabilidad nos ha sido dada a nosotros. Nosotros mismos debemos de santificarnos de toda cosa inmunda.

Si ese es el caso, déjeme decirle, como una sugerencia práctica, que la actividad de ver televisión es absolutamente pecaminoso. Degenera la mente. Nos debilita. Nos conforma al molde de este mundo. Pone en nuestro cerebro estupidez y maldad. Y aun así, ¿cuántos pasivamente cambian el canal y ven estas cosas y son entretenidos? Cambiar nuestros hábitos con el televisor es una aplicación práctica del significado básico de las palabras qadoshyhagiazo—la separación.

Otra aplicación tiene que ver con la compra y uso de la pornografía. Eso es completamente perverso, y usted y yo tenemos la responsabilidad de apartarnos del mal. Usted puede hacer una lista de tales cosas de las cuales debe apartarse. Hasta podría mencionar en esa lista el comer demasiado o cualquier otra cosa que lo debilita. Debe usted de separarse con todo afán, con gran diligencia de todo aquello que lo desconecta de Jesucristo.

Ahora, la expresión que nosotros debemos “santificar a Dios” se usa en el Antiguo Testamento. Claramente es una idea extraña pero la vemos en Deuteronomio 32:51. Vea 1 Pedro 3:15, “Sino santificad al Señor Dios en vuestros corazones.” La palabra allí es santificar: “en vuestros corazones santificad a Cristo como Señor.” ¿Qué significa eso? ¿Significa hacer a Cristo santo? En este caso, Pedro alude al pasaje en el Antiguo Testamento, Deuteronomio 32:51. ¿Pero qué significa? Comprendemos que al decir que nos santifiquemos, quiere decir que nos separemos de lo inmundo y nos apartemos para el servicio exclusivo a Dios. Pero cuando se nos dice que santifiquemos a Dios, ¿qué significa realmente?

Santificar a Dios significa que debemos reconocer en nuestros corazones y mentes que Dios es santo, que El es Señor de todo, y que por lo tanto, debemos adorarle y obedecerle. Esa es la idea aquí. Es el reconocimiento que Dios no es hombre; que Dios es transcendente; que Dios es Santo; que Dios es Señor; que Dios es Todopoderoso; que Dios es diferente a nosotros; y que por lo tanto debemos obedecerle, venerarle y adorarle. Esa es la idea.

Entonces, no tratemos a Dios como si fuera cualquier otro amigo nuestro. Cristo Jesús es nuestro amigo, nuestro Salvador y nuestro hermano mayor; pero es a la misma vez Dios trascendente y Todopoderoso, Dios soberano del universo. Así que debemos reconocerle como nuestro Señor, y rendirle absoluta e implícita obediencia. Muchos cristianos no comprenden que Cristo es Señor y hay que obedecerle. Debemos clavarnos esto en la mente. Debemos adorarle, venerarle y someternos a El. Eso es santificar a Dios en nuestros corazones. Eso es reconocer quién es El. “Qadosh, qadosh, qadosh- Santo, Santo, Santo – es el Señor Todopoderoso; toda la Tierra está llena de su Gloria.”

Esta palabra también se usa en el sentido que Dios nos santifica a nosotros. Observe en Éxodo 31:13. Dios dice, “Y tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico.”

Veamos otros versículos que muestran la realidad que Dios nos santifica. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice, “Y el Dios de paz os santifique en todo; para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” Sí, Dios nos santifica, y aquí vemos que Dios el Padre nos santifica. ¿Recuerda la oración de Jesucristo? “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad” (Juan 17:17). ¿Acaso no es maravilloso? Dios desempeña un papel muy importante en nuestra santificación, en hacernos santos. Dios el Padre está interesado en nuestra santidad.

Dios el Hijo, Jesucristo está interesado en nuestra santidad. En Efesios 5:23-27 leemos lo siguiente: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y él es el que da la salud al cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella para santificarla, limpiándola en el lavacro del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha.” ¿Para cuál propósito? ¿Para que nosotros, la iglesia, estemos impregnados en la maldad y seamos cómo éramos antes, pretendiendo que somos cristianos? ¡No! Cristo murió “para santificarla,” para renovarla moralmente, transformándonos y conformándonos a su semejanza. Hay una transformación y conformación moral, una purificación, “para santificarla, limpiándola en el lavacro del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha.” Entonces, Jesucristo está interesado en que tengamos una vida pura y santa.

Dios, el Espíritu Santo está interesado en nuestra santidad. Hasta el nombre de la tercera Persona de la Trinidad alude a esto. ¿Cuál es su nombre? Santo Espíritu. En Gálatas 5:16 Pablo dice, “Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfaceréis la concupiscencia de la carne.” La traducción es esa. “Andad en el Espíritu y ¿no qué? “no satisfaceréis la naturaleza pecaminosa.” El singular interés del Espíritu Santo es guiarnos a la santidad. Siempre que obedezcamos al Espíritu, así será.

Así que el Padre está interesado en santificarnos; Dios el Hijo murió y derramó su sangre para que nosotros fuésemos hechos santos, sin mancha, sin arruga y radiantes; y Dios el Santo Espíritu es enviado del cielo para el propósito específico de santificarnos y hacernos santos.

¿Cuál es el fin del proceso de santificación? Déjeme decirle lo siguiente: Si usted es nacido de Dios, si Dios le ha dado vida divina, la cual en la teología se le llama regeneración, yo le garantizo y Dios nos garantiza en las Santas Escrituras que habrá crecimiento en su vida. Si ha habido renacimiento en Dios, también habrá crecimiento en Dios.

Dicho de otra manera, si ha habido regeneración, ¿cuál será el resultado? Santificación. Si no tenemos interés en vivir una vida santa, lógicamente debemos deducir y llegar a la irrefutable conclusión que no hemos sido nacidos de nuevo. ¿Comprende lo que quiero decir? Si yo no tengo interés en agradar a Dios, si no odio el pecado, si estoy haciendo las mismas cosas que hacía antes, si no tengo interés en separarme de la maldad pero amar a Dios y seguirle, la singular e irrefutable conclusión es que no soy nacido de Dios. Por lo contrario, soy de aquéllos que le dirán a Dios “Señor, Señor” pero el Señor les dirá, “Apartaos de mí, todos los obreros de iniquidad.”

Piensen, hermanos y hermanas, y vean si Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo está generando dentro de usted ese intenso deseo de odiar el pecado y amar a Dios. Si ese es el caso, entonces puede usted concluir que usted ha sido nacido de Dios porque usted está siendo santificado. ¡Esto debería causarnos tanta alegría¡ Así nos regocijaremos en Dios nuestro Salvador. Amén.